miércoles, 23 de diciembre de 2020

CASA EN EL AIRE

 


 


 


Yo habito la casa del aire
y descuido la habitada en la tierra.
En esta el jardín se convierte
en selva salvaje e impenetrable,
mientras florece en la otra.
 
La casa en el aire, está hecha de vida,
de recuerdos, de memoria, de felicidad,
de palabras e imágenes.
Mientras que la otra se forja
a base de decepciones y fracasos.
 
Hoy esta alineación mágica,
Júpiter-Saturno, cruzándose en el infinito,
ochocientos años después
-la llamada “Estrella de Belén”-
me lleva hacia algo que andaba buscando
en el jardín de tierra, serenidad.
 
Abandonar lo imposible
para hacer realidad lo posible.
Abandonar el pasado,
para engendrar el futuro.
Abrazar el presente
lo único real y tangible.

martes, 8 de diciembre de 2020

Carta a mi misma (2020)


 La vida es breve, la dicha corta, la vida no quita nos libera de cosas, no estás deprimida estás triste, no pierdes a nadie camina más avanzado, debes ser libre y feliz es tu deber, estás cautiva encerrada en el reloj del tiempo, a veces estar viva es empeño de toda una vida, es difícil cometer buenos errores…palabras dichas para consolar a un desahuciado. 

Me digo, arrástrate sobre las cicatrices, levántate, resucita las palabras enterradas a golpes de olvido. No se puede caminar desnuda de amor, tampoco de rencor o indiferencia, son harapos confeccionados a medida de nuestra vida y nos ensucia el barro del camino, sabemos que no hay tierra sin desdicha y no hay revolución sin sacrificio. Repartamos el llanto entre dos mundos, entre rosas de sangre o azucenas.

 El despertador me taladra a las cuatro todas las noches por la vida, por la ausencia, no consigo ubicarme en ningún lugar, como fantasmas macilentos los gestos de la indiferencia cubren los espacios, señalando el lugar que ocupo la ilusión, es la ocasión de escapar, de buscar nuevas sendas, de respirar profundo aunque el aire te duela, de renovar estancias viciadas de preguntas donde nada se cuestione y aletee la alegría -me digo-escucha tu silencio, acuérdate del día en que todo era placidez, piensa en el mañana, no olvides tu sonrisa, no entierres tu cabeza bajo esa indiferencia. Aunque duelan los párpados, aunque solitaria y callada, duela la noche y a la ventana asome la luna hiriente, atraviesa la puerta y derriba los muros que te aíslan y apresan, escapa cuanto antes de la fatalidad. Puede que un día festejes que no te resignaras a vivir entre ruinas, a morir día a día.

No te rindas nunca aunque la tristeza golpee tu mente, aunque el miedo corra veloz por tus venas y oprima tus sienes, abre las ventanas, respira profundo y observa el paisaje, que también es tuyo, porque eso es la vida, volar con el viento, amar la belleza, sepultar los miedos. En ti está el secreto, se feliz de nuevo sin que la tristeza amarre en tu puerto, si perdiste un día algo sin repuesto, vuelve a alzar el vuelo y observa de lejos que hoy te sientes viva, se feliz de nuevo. Aunque llore el alma, aunque duela el cuerpo. Aunque a veces decaiga o me duelan los golpes de la vida, al fin me levanto. Aunque duelan ausencias. Aunque a veces pese, aunque a veces duela, aunque que a veces cueste soportar la pena, hay que resistir… Aunque sola estés, aunque el miedo muerda, aunque a veces quieras ser libre a morir…Aunque todo aceptes o todo temas, aunque al amar mande sobre el corazón siempre la cabeza, debes ser feliz. Me repito constantemente como una oración.

 Mis pupilas vagan perdidas por la habitación, la soledad ladra al silencio de la noche. Todo es participio, no sé dónde refugiarme, suenan las hojas movidas por el viento, deseo que me lleve con ellas. Las sombras persisten obstinadas, huele a otoño mustio un año más. El techo gira, gira enloquecido, me arrastra en su carrusel de luces intermitentes. He perdido las alas, me arrastro nuevamente, mi cuerpo pesa demasiado para izarse y no hay marcha atrás. Atravieso espacios en un tren sin rumbo colmado de sueños, buscando razones o  recuerdos para subsistir. Sobrevivo a penas, nada necesito tan solo mi sombra que triste me lleva errante tras ella. El tren sigue errante, clavado en la noche, hiriendo su calma, yo mientras tanto me dejo llevar sangrando de lágrimas. Con graves silencios, con tenues acentos, la noche me duele. Me desbordo en lágrimas mudas y mi mente estalla en un poema.

 Quisiera ser piedra, quisiera ser tierra, ser verde espesura en un alto monte,  que el viento me acune y escuche sus sones de tierras lejanas. Ser lluvia de abril y nutrir los campos, sol del mes de mayo, florecer las rosas, decorar los campos de iris y amapolas.  Me duelen los brazos de querer ser árbol y mis manos sangran por querer ser hoja, mis pies son raíces y mis piernas ramas potentes y firmes que mi torso entronca. Pero solo desaparezco. Me disuelvo en la nada como un perfume y resucito de nuevo. No soy yo soy otra. Soy pájaro volando y venzo al tedio que me causa este mundo. Solo soy alma. No necesito espejo. He cambiado de forma convertida en silencio. Mi espina dorsal aún se estremece cuando pienso en esto en cuestión. Y me pregunto, cómo habitar un corazón deshabitado que se salta algún latido por la ausencia. Cómo habitar un desierto. Crear es una manera de sentirse viva, de cruzar un puente y ver que hay al otro lado. Los puentes nos atraen porque tienen dos orillas, dos horizontes, dos verdades, una de ellas siempre desconocida.

 Pero hay días difíciles de soportar, días anodinos, hay días rojos, días de fuego, de promesas. Otros, azules, de hielo, de nostalgias, hay días redondos como las líneas de la luna, hay días que nacen estrellas en mi pelo, otros en que  mi pelo se lluvia de sol y su olor a hoguera me hace salvaje. Muchos serpentean en el filo de la noche al borde de un abismo tenebroso, pocos en los que quiero recordar, bastantes en los que me preño de sueños y escribo, respiro, lucho, sobrevivo por la herida. Hay días como este en que todo parece posible. Hay días indolentes, que no sé lo que falta, mis pies son serpientes que arrastran sus escamas, mis manos inertes no remontan el vuelo. Hay días prodigiosos, que mi voz apagada vocifera potente, que mis ojos irradian la paz que en mi ser crece y mitiga el dolor. Hay días jubilosos en que el alma colmada de caricias y bienes, y sedosas palabras, se alegra de tenerte. Tú, poesía calmas mi temor.

 Me duelen los zapatos de buscarte y buscarte, me cantan los ojos cuando voy a tu encuentro. Me duele este sombrero de lamentos y penas que se posa en mi frente y amarga los recuerdos que hurga entre las palabras y las hace banales, me visto con su traje prisionera del luto. Me duele esta coraza que oblitera mi sangre y no cierro la herida porque tú me la sanes. Me duele este invierno que hiela mi sonrisa, que tiñe negro el alba y congela mi voz. Y aquí estoy, asomada al abismo de este poema. La pulcritud del papel me deslumbra, mis manos empuñan la pluma y tiembla al dar muerte o vida a las palabras. Los dedos agarrotados oprimen los versos hasta hacerlos sangrar ¡Señor de la palabra, ayúdame! ¡Qué difícil es llenar el vacío del silencio! Y tú, poesía, te olvidarás de mí una tarde cualquiera, como se olvida el viento de las hojas que arrambla, como un río se olvida de su nombre en el mar. Te olvidarás del nombre que grabó tu memoria a fuerza de nombrarlo y querrás olvidar. Te olvidarás del alma que en jirones dejaste.

 Debo ignorar las voces que me llaman porque me confunden, seguir adelante, saber quién soy y abrir el corazón de nuevo a quien quiera asomarse a él. Desechar los ecos del pasado porque no pueden volver. Olvidar el recuerdo de quien fui y no retornar jamás. Quiero que mis ojos no lloren, decir adiós el camino es muy penoso aunque  haya flores en sus orillas. Cuando la vida te ha golpeado y le has ofrecido tu mejor sonrisa, que es tu arma más poderosa, has vencido su maliciosa trampa.

 Un sendero brumoso se muestra ante mí, mis manos perfilan nuevas siluetas y voy borrando las huellas que dejo tras mis pasos. No se distinguir si el camino me adentra en la oscuridad o en la luz y este túnel se hace demasiado largo. Necesito una razón para poder transitarlo, empezaré por deshacer mi mundo sin mirar atrás, porque el universo no es mío. Nunca la misma llama permanece encendida, pero en mí sigue brillando la luz. Caminaré despacio para que nadie siga mis pasos, pero amanece tan pronto que la luz ciega en la soledad de mí ventana, me digo que aún tengo muchas vidas por vivir, que toda madera arde si la prendes con la chispa adecuada. Además ¿Quién quiere vivir para siempre? Si el amor cae desde su cielo, aunque podamos amar una eternidad, porque la urgencia de la espera apremia nuestra esperanza. Si el mar- fatigado en su marea hacia la playa- a veces la golpea con furia y otras veces la abraza y arropa ¿no lo estará el corazón? ¿Quién quiere vivir para siempre? Agazapado como un lobo, otro tiempo espera a que se oculte el sol para aullar a la luna.

 La piel en la que habito, manto de seda que envuelve mi espíritu que acepta o rechaza otra piel. Esta piel donde resido, donde moran mis huesos en duelo, que grita en un otoño inmenso, que rodea mis vísceras, velo sutil que cubre mis secretos que de agua se alimenta, ha recorrido un mundo de rosas y azucenas y nada en la espuma de un sueño. Esta piel, sedienta de razones, de deseos, de dudas, se eriza ante el roce de una lágrima, ella conoce desiertos de esperas y oasis de alegrías. Esta piel es mi lucha, mi escudo contra el mundo, mi paz o mi batalla. Es la memoria de esta piel la que grita en la oscuridad de este ocaso. Porque noto como me voy volviendo desesperante, estéril, insensible, feroz como viento de marzo, extinguiéndome  entre un manojo de palabras vacías. Comprendo que he vivido una vida en un año, transitado un camino que no todos recorren y que siento a diario ese peso confuso de un corazón que quiere latir todos los días cien veces por minuto.

 Hay días en que no hay nada posible y en otros,  imposibles que se cumplen--sostenido en el aire unos segundos--todos los pensamientos de una hora. Los días que el sol me sorprende dormida y mi espíritu despierta soñador, sin sombras ni ausencias…los días en que el aroma a pan y café despiertan mi voluntad y me trasladan a la niñez…los días en que mi luz compite con la claridad del amanecer y la espuma de la dicha rodea mi persona… Esos son los días de mi vida que me siento infinita. Esos días en que mi mente crea y mis ojos acarician el filo de un poema o el color de un lienzo…esos llenos de frenética actividad en los que parece que el mundo termina hoy, esos en los que el amor te sorprende detrás de unos labios con risas de chocolate, unas manitas diminutas te acarician y unos ojitos te miran llenos de felicidad…Esos son los días  de mi vida que se asemejan a la eternidad.

 Mis manos, dos palomas perezosas pero yo tengo poesía. Yo pretendo un horizonte que no necesita escaleras. Yo soy un océano lleno de mares. Yo soy un árbol dentro de un bosque y mi árbol no está seco. Yo, Rompedora de cadenas. Rompedora de fantasías. Rompedora de sombras. Rompedora de desalientos. Soy resiliente temporal en el paraíso de la vida. Salto de estrella en estrella para encontrarte, el viento muere persiguiéndome, la luna me oculta su luz. La noche entera es corta si te sueño e infinita si en ella no te encuentro, las verdaderas fiestas tienen lugar en nuestros sueños. Son horas de ceniza y soledad. Es tiempo de decirte lo difícil que ha sido no morir. Le pido a la vida, certeza para vivir, estar despierta en tu sueño, que nunca me fallen las fuerzas. Como polvo ante el viento, desapareces poesía de mi memoria y cesa la tormenta.

 Cuántas cosas pude haber dicho en su momento, cuantas palabras callé por temor y no las dije. Cuantos momentos fugaces y felices, cuántas horas perdidas pude disfrutar y se perdieron. Cuantos lugares, cuantos encuentros, cuántos poemas quedaron olvidados sin remedio. Cuantos sueños soñados y olvidados, cuánta vida pudo ser árbol, raíz y hoja y es hoy astilla. Por conservar las normas de este juego, por no poder salirme nunca de las reglas, no pude ser gaviota, ni espuma de una ola, ni mar, ni viento. Apenas me quedé como la hierba, aferrada a la tierra, tenaz, humedecida y luego yerta.

Yo solo quise ser lluvia de otoño, rosa de sangre junto a tu mejilla, dorada espiga para tu pan tierno, cálido abrigo de tus noches frías, manos que te celaran con ternura, cadena imperceptible en la distancia y solo fui viento. Las olas que abrazaran tus pisadas, cama de sueños en noches insomnes, y solo fui viento…viento que se llevó las hojas secas y trajo días de sol cuando marchaba. Quise ser mariposa que volara y solo fui viento. Mi vida está hecha con remiendos de retales de tiempos vividos. Tiempos pasados que llueven en mis ojos y ya no me pertenecen. Soy la heredera de miles de llantos. Y hoy el espejo te recordó tu soledad. Culpas a las noches por su transcurso, te corroen los días, te acecha la luna, desesperada, tienes miedo. Miedo del tiempo, miedo de la vida, miedo de la muerte. Miedo, mucho miedo, para que todo termine durmiendo en el tiempo.

 Las historias como “matrioskas” son mi vida, cuando los sueños rotos se me despedazaban, cuando todo perdí, el viento me trajo una vela para navegar.

(Relato compuesto por  cientos de versos extraídos de mis libros de poemas)

RMRF