Pese a mis
muchos años, aún sigo siendo niña,
la niña temerosa
que se buscaba en todo,
que volaba
colgada de la imaginación,
siempre con un
dibujo, con un sueño, un poema,
los ojos y la
risa puesta en el corazón.
Y recuerdo mi
infancia feliz junto a los míos,
la risa de mi
madre y de mis tres hermanos
y de mi padre
siempre, su firme protección,
en una tierra
extraña de cálida acogida.
Mi juventud, mi
hijo que crecía deprisa.
Barajando
recuerdos que saqué de un estuche,
encontré mil
dibujos, un libro de poemas,
una pluma con
tinta que creía perdida,
un cuaderno que
hablaba de mis sueños perdidos,
mil promesas
escritas que debía cumplir,
una carta
doblada, para el paso del tiempo,
hojas de algún
otoño, un pétalo de rosa,
un fósil, una
piedra, un recuerdo fugaz,
siempre
guardando todo para luego tirarlo
cuando los
sueños rotos se me despedazaban.
Pero siempre en
el fondo, soy niña sin remedio
y me encanta
jugar a interpretar las nubes,
adivinar colores
y olores de las rosas,
a barajar palabras y componer poemas,
a pintar de
colores mis sueños en un lienzo,
a enumerar
estrellas, a contemplar la luna,
a recorrer las
playas agradeciendo al sol
su calor y su
abrigo. Aunque a veces decaiga,
aunque a veces
me duelan los golpes de la vida,
porque al fin me levanto. Aunque duelan ausencias.