lunes, 22 de octubre de 2018

TARDE DE OTOÑO





                                                                          fotografías  RMRF






Era una tarde cualquiera
poniéndose el sol de otoño
tras la ermita de Santa Ana.
Los campos lucían colores
imposibles de pintar,
los olivos siempre verdes
al cielo ofrecían sus hojas,
los romeros florecían
y exhalaban el aroma
con toda su intensidad.

Mi sombra se reflejaba,
fraccionada y alargada
en la pared de la ermita,
una instantánea grabó
la belleza de la tarde,
el sol se fue tras la luna
y su corte de luceros
y me dejó sin su luz
en ese mismo momento.

Las nubes anaranjadas
rodeaban la colina,
las paredes de la ermita
parecían de coral
y una sombra solitaria
-cubierta de anochecida-
bajó el camino despacio,
sorprendida del otoño
que acababa en esa tarde
para nunca regresar.

NADIE LLORA POR MÍ







Ya nadie llora por mí…
ni el rumor de la fuente,
ni el trinar de un pájaro,
ni siquiera aquel almendro
que camino a Santa Ana
nos daba sus frutos tiernos.

Ya nadie llora por mí…
porque en el tiempo se olvidan
las penas, las alegrías
y pasa de largo todo
haciendo nuevo el camino
que queremos transitar.

Ya nadie llora por mí…
porque en la distancia siempre
la mente todo lo olvida
y hoy paseo este camino
que me lleva aquel almendro
y a mis años recorridos.

Ya nadie llora por mí…
sobre tus pasos camino
y veo ese mismo cielo
que un día nos arropó,
siento y veo las mismas cosas
que viste sin estar yo.

jueves, 4 de octubre de 2018

MANCHEGA LLANURA



                                                                                                                        ACUARELAS RMRF






                                                                                         ACRÍLICO RMRF



¡Ésta llanura inmensa no tiene fin!
Camino y camino bajo este sol,
austero,  deslumbrante, despiadado,
ni una fuente, ni un muro, ni un árbol
en su entorno, ni siquiera un arbusto.
¡Tierra, tierra, tierra… solo tierra!
Ni un arroyo, ni un río, ni una laguna.
Aquí no ha llorado el cielo,
ni la luna, ni una estrella,
solo este potente sol que me abrasa
y vulnera mi piel con su insistencia.

En la llanura manchega
de blancas casas de cal,
de pueblo en pueblo camino
para llegar hasta el mar.

La espuma… las blancas casas y el agua azul a lo lejos
es un espejismo dulce que se inventa mi mirada,
los marineros… olivos, que agitan su mano al viento,
y la sirena… es el aire cuando canta su lamento.
Para llegar hasta aquí he recorrido un desierto
y al fin encontré mi pueblo.
Si yo he llegado hasta aquí sin errar en el sendero
¡Aquí me quedo… me quedo
a la sombra de los sueños!