Una noche estrellada como nunca hubo
otra,
miraba las estrellas que el cielo
recorrían,
cruzaban distraídas jugando con la luna
y a mí me parecía que a bailar me
invitaban.
Yo caminaba a tientas mirando su fulgor,
la luna se mostraba con su cara más
llena,
las sombras de la noche parecían más
sombras
y toda esa belleza, mi memoria grabó.
Mi pueblo tiene un cielo, negro como las
penas,
oscuro como el mar si de pronto
enfurece,
pero en él “Las Perseidas” a soñar te
convidan,
y la luna te invita con ella a pasear.
Cuando regresa el sol, de radiante
furioso,
con su calor te abraza y te inunda de
luz,
y el viento te acaricia donde quiera que
vayas
y su cielo azul puede a la noche anular.
Siempre echaré de menos, algunas
alamedas,
algunos pinos verdes donde buscar la
sombra,
algún rio hacia el mar con destino
fluyendo
y algún monte cercano en el que caminar.
Pero las noches son más grandes aún si
cabe,
y en toda su llanura, mi pueblo
resplandece,
y con el aire llegan las aves pasajeras
que a su altura me llevan con ellas a
volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario