Todo se detuvo cuando el mundo,
frenético,
avanzaba sin ningún control,
con rumbo desbocado.
Todo, excepto el mismo mundo.
La primavera llegaba escandalosa,
los pájaros cantaban más alegres,
las hojas, más verdes que otras
primaveras,
el aire más limpio que nunca.
El silencio imperaba en las calles.
Parecía un sueño que las personas,
fueran capaces de aguantar en sus casas
solo por cuidar el planeta.
Todo era tan extraño, que por un minuto
pareciera que hubiéramos retrocedido
cien años,
sin coches, sin contaminación,
casi sin delincuencia.
Pero los números de las muertes,
eran descomunales.
Nadie sabía lo que sucedía
y teníamos miedo los unos de los otros.
Dejamos de reunirnos, de abrazarnos, de
besarnos,
cerramos los parques, las calles, las
carreteras.
Desapareció la contaminación,
un silencio sordo se adueñó de todo
y el miedo nos invadió.
Un virus mortal amenazaba nuestra
existencia.
El mundo era mucho más aburrido, más
umbrío.
Pero encerrados en las casas,
recuperamos el sabor de lo casero,
desempolvamos viejas costumbres,
disfrutamos de lo sencillo
y nos aventuramos a soñar.
Desperté de este extraño sueño
y deseé por un instante que ese virus
fuera más benévolo, menos cruel,
que produjera ciertos cambios en nuestra
conducta
para siempre y nos hiciera comprender,
que la vida puede seguir sin nosotros,
No hay comentarios:
Publicar un comentario