¡Qué solo está Velázquez!
Una mujer tras él,
única espectadora
le mira
emocionada.
Tras su paleta y su sillón sentado,
su pelo alborotado
y su mirada fija,
esta vez no la pinta,
es ella la que observa.
¡Qué solo está Velázquez!
Sin lentos paseantes,
sin niños en los parques,
sin coches en las calles
y sin ver el Museo.
La única espectadora,
con sonrisa en los labios,
disfruta la fortuna,
tras vetustas columnas,
de ver al genio a solas.
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