Acrílico RMRF
Era un día de perros, con un
viento del norte
mordiendo las orejas. Cogí
mis veinte euros,
la dichosa receta y salí de
mi casa.
Al cuello mi pañuelo y con un
buen abrigo,
cruzaba el ventisquero camino
a la farmacia.
El viento no cesaba, me
robaba el pañuelo,
yo intentaba agarrarlo para
que no volara,
pero el aire quería robarme
alguna cosa,
fueron los veinte euros que
desaparecieron.
Volví sobre mis pasos,
rebusque los bolsillos,
nada de nada hubo, ni rastro
del delito.
Volvía cabizbaja a pedir
otros veinte,
cuando se me ocurrió mirar la
barandilla,
baje del ventisquero sin ser
de la condesa
y retome la acera camino de
mi casa.
Abajo en la rejilla por donde
van las hojas
y las aguas del riego, atascado y doblado
vi el jodido billete que de
mí se reía.
Los dedos como pinza y unos
nervios de acero,
hicieron que a la fuerza
pudiera rescatarlos.
Los putos veinte euros en mi
poder estaban,
crucé la calle eufórica
mirando la farmacia,
entré con mi receta, se la di
al farmacéutico
y de los veinte euros me pude
deshacer.
Volví para mi casa mofándome
del viento
“no has podido robarme, será
para otra vez”
No hay comentarios:
Publicar un comentario